Relato: Redención |
sharigan001 |
10-07-2016, 11:32
Mensaje: #1
|
Moderador |
Más de un@ me llamaréis inconsistente, y no os faltaría razón. Esto lo he escrito antes de ocurrirseme nada del relato "Éxodo". Pero ya que lo tenía escrito,... he decidido subirlo de una vez. Intentaré ser más perseverante, a ver si acabo uno de los 2 para volver a ponerme con lo de "Crónicas de las Realidades"
Capítulo I Spoiler:
El grupo de policías estaba expectante, todos y cada uno de ellos se encontraba mirando fijamente al individuo que se había presentado ante ellos. En la sala había unas 20 personas, sin contar al tipo que había aparecido por la puerta hacía unos breves momentos. El capitán de la Policía Nacional Julián Coslada Ginés estaba cerrando los acuerdos de la próxima operación, y nada debería salirse del plan, y nada lo habría hecho,... al menos hasta que el risueño individuo había hecho su aparición. Todos sus hombres habían hecho ademán de empuñar sus armas, fuesen o no las reglamentarias, pero ninguno las había sacado de sus respectivas fundas, al menos aún no de momento. Sólo los 2 chicos de Santana sí lo estaban encañonando con sendas Uzis mientras su jefe lanzaba una reprobatoria mirada que aseguraba que aquel inesperado intruso no llegaría a cumplir ni un solo día más de vida.
-“¡Buenas tardes… o noches! Como prefieran los Señores” – había sido su saludo de presentación formal, aún así, teatralmente exagerada – “¡les pido disculpas por esta inesperada interrupción, pues fijo que tienen un montón de asuntos importantes de las de hablar, pero por desgracia debo inmiscuirme en esta reunión suya, por lo que si fuesen tan amables de prestarme intención, sólo serán unos minutos, de los que les prometo que intentaré ser lo más breve posible!” Mostrando su cara de póker, Coslada había hecho su carrera, tanto la oficial como la clandestina sabiendo esconder muy bien sus emociones. Llevaba muchos años de práctica, escalando puestos en la Policía Nacional y estableciendo contactos en todos los niveles y estratos de la sociedad, así como del submundo del crimen. El capitán Coslada había establecido su propio reino en aquella ciudad. El plan que querían llevar a cabo era un asalto contra una entrega de 4 toneladas de cocaína pura, totalmente sin adulterar, en las costas, pero lo que realmente “incautarían” serían 3 toneladas y 990 kg de harina y solamente 10 Kg de cocaína situada estratégicamente en lo alto de todo aquel montículo de “falsa droga”. Su grupo, comandado por el propio capitán de la Policía Nacional, realizarían una redada “exitosa” en la que se incautaría el “alijo al completo”. Los medios de comunicación se harían el eco de la noticia que los convertiría, al menos por unos días, en los héroes del país, al haber impedido la entrada de semejante alijo de drogas en España. Unos días más tarde se procedería a incinerización del alijo incautado en la costa española, las 4 toneladas de cocaína pura. Lo que no sabría nadie más, ni la prensa ni la opinión pública, era que de esas toneladas sólo 10 kg eran realmente de cocaína, y el resto sólo de harina, mientras 4 toneladas de cocaína pura sin adulterar sí que sería adulterada y distribuida, generando unos genuina ganancia en las calles de más de ¿10 millones de euros?* De los que Coslada y los suyos recibirían una comisión del 20% más el plus de un 5% añadido para el “Capi” Coslada por haber organizado la lucrosa operación. El sueldo clandestino, y obviamente, no oficial habría sido ingresado en varias cuentas en diversos paraísos fiscales, tales como Andorra, Suiza y las Islas Caimán. El plan de esos días sería sencillo, una lancha motora llegaría de madrugada a una playa desierta con las casi 4 toneladas de harina, siendo apresados en la operación que dirigiría el Capitán Julián Coslada Ginés, y en esa operación, Santana sólo mandaría a unos “hombres sacrificables”, los cuales, ni siquiera sabrían para quién realmente estarían trabajando. Estos serían apresados, arrestados y puestos a disposición judicial donde, por mucho que pudieran desear, no podrían delatar a nadie. Los “pobres pringados” se pasarían unos años en la “trena” y, cuando salieran, Santana y Coslada podrían volver a disponer de ellos para algún “trabajillo sucio”. En cuanto a las 4 toneladas de cocaína pura, estas serían descargadas del falso fondo de un velero atracado en el puerto deportivo de la ciudad costera, y llevado por hombres de confianza de Santana a una “zona segura” donde no levantarían sospechas, para entregárselas al “otro grupo” de hombres del Capitán Coslada. Era una idea brillante, puesto que mientras se “hacía ruido” con la redada, no lejos de allí, las 4 toneladas de cocaína entrarían “legalmente” en el país sin levantar sospechas. Todo estaba perfectamente planeado, y los que sabían de aquella operación se encontraban todos y cada uno de ellos en la misma habitación de aquel edificio aún en construcción, cuyas obras se habían detenido por causa de la crisis del ladrillo unos años atrás, y luego agravada más tarde por la crisis económica. El único problema acababa de entrar en aquella misma sala, habiendo burlado la seguridad impuesta, tanto por los hombres de Coslada como por los de Santana, y se había sentado junto a ellos en la mesa mientras ellos se encontraban ultimando los preparativos de aquella doble operación. El tipo se había presentado, como si fuera un vendedor a domicilio con una gran oferta de venta que deseaba proponerte. Coslada hizo un gesto exagerado con su mano y calmó a Santana para apaciguarlo, y con una simple mirada, unos 6 policías salieron a toda prisa de la habitación para cumplir las órdenes no habladas de su Capitán. Luego, volviendo su atención al recién llegado, se lo quedó observando unos minutos en silencio antes de dirigirse a él. -“¿Sí? ¡Buenas noches! Ignoro si se ha dado o no cuenta de que en este edificio no se permite la entrada a personas ajenas a la obra,… sin contar que está usted interfiriendo en una importante operación policial. Seguro que lo que sea que usted desee decirme, seguro que podrá esperar a mañana por la mañana en la comisaría”. -“¡Bueno Señor!, ya imaginaba que al estar usted sentado con este otro caballero sería usted el jefe del “operativo”… esto…. ¿sargento?...” – aventuró el recién llegado. -“En realidad soy capitán”, - respondió el aludido – “Capitán de la Policía Nacional Julián Coslada Ginés,” – y tras una pequeña pausa” – “¿y usted?... ¿es tal vez periodista? ¿Desea acaso la primicia para su periódico o canal de televisión? Señor…” – replicó el Capitán Coslada Ginés, alargando la última sílaba a modo de pregunta. -“¡Oh! Discúlpeme capitán. Es cierto,…” – se disculpó sonriendo amablemente el aludido – “¡Me había olvidado que aún no me había presentado! Soy muy despistado” – se rió unos momentos antes de continuar – “Me llamo Javier Davila Castro y soy… ¿periodista?... Bueno, tal vez no sea del todo inexacto, aunque hasta ahora sólo he estado colaborando un poco en alguna columna de algún que otro periódico. Pero no, no es eso que me ha traído hoy hasta aquí”. - “¿Entonces me va a decir que no está usted interesado en la exclusiva?” – Coslada empezaba a suponer, igual que los demás personas de aquella sala que el interés del recién llegado sería más bien de tipo económico, pero, al menos en el caso de Coslada, preferiría que lo dijera el propio individuo, puesto que mientras no volvieran sus hombres de inspeccionar todo el edificio, así como las inmediaciones del propio edificio, no podría decir nada que pudiera comprometerle, por tanto debía de evitar dar ningún paso en falso en aquella misma conversación. -“¡Oh, para nada!, ya le he dicho que la razón que me ha traído hoy hasta ustedes no tiene nada que ver con el periodismo. ¡No tengo la menor intención de ganar ningún Putllizzer, ni nada por el estilo Señor Capitán!” -“¿Entonces a que debemos mis compañeros y yo mismo esta inesperada visita suya, pues si fuese algo urgente, hace tiempo que lo habría dicho usted ya, y desde luego, no estaría sentado tan cómodo como lo está usted ahora” – dejó pasar unos segundos antes de continuar, pues las pausas en sus “charlas” siempre tenían un cierto efecto en aquellos que lo escuchaban – “por lo que o nos dice a que ha venido esta intromisión suya en esta operación policial, y espero que haya una excelente razón para ello por parte suya o voy a tener que arrestarle y ponerlo bajo disposición judicial por interferir en una operación policial” – terminó con severidad. -“¡Por favor, Capitán! Le aseguro que lo que vengo a decirles es de suma importancia o no me habría tomado la molestia de estar ahora aquí,… y por otro lada cualquiera dudaría mucho de la…digamos “seriedad” de ninguna operación policial estando en la misma sala junto al mandamás… o, si lo prefiere usted por ser más formal, el jefe de un cártel de droga [colombiano/Mexicano]… ¿cómo se llamaba?” – Dijo volviéndose hacia el nuevo aludido mientras murmuraba posibles nombres – “¿Sanfana, Saranta…? No, era Santana,… sí, usted se llama Santana” – y volviéndose de nuevo hacia el Capitán Coslada, continuó con su conversación –“¿ve cómo sé de qué estoy hablando capitán?” Todos y cada uno de los de aquella sala se pusieron en tensión al oír aquellas palabras, tan sólo Santana y el Capitán Coslada se mantuvieron sorprendentemente impasibles, aunque la mirada de ambos dejaba bien claro que una parte de ellos deseaba volarle la tapa de los sesos a aquel entrometido, pero podía ser alguien a quien poder controlar con una cierta suma de dinero, o tal vez pudiera ser alguien de la “Secreta” respaldado por un operativo de GEOS para arrestarlos a todos, y si Coslada o alguno de los otros daba un paso en falso, todo aquello que habían conseguido hasta el día de hoy se iría todo al traste. En ese momento se abrió la puerta y media docena de hombres entraron con paso decidido a la vez que iban haciendo signos de negación con la cabeza,… ¿todo estaba despejado? Pero lo que más le llamó la atención al capitán Coslada, fue el gesto negativo del último de sus hombres al entrar. Este había comprobado los inhibidores de frecuencia y todo funcionaba a la perfección, así, pues, o el intruso entrometido quería su parte del pastel, o bien era un candidato al suicidio… sería mejor probar con el dinero. En caso de que el individuo no cometía la estupidez de ser demasiado avaricioso, tal vez incluso podría llegar a deberle algún que otro favor al Capitán Coslada o… en caso de ser muy avaricioso, las cosas no iban a terminar nada bien para el inesperado visitante de esa noche. - “Entonces… Señor Davila, imagino entonces que no tendremos por qué llevarnos mal, ¿cierto?” -“Por supuesto Capitán” – respondió el aludido – “porque de no ser así, habría ido directamente a los mandamases de la Xunta y de la Jefatura Provincial de la Policía Nacional así como de la Comandancia de la Guardia Civil y ahora estarían todos y cada uno de ustedes arrestado con las pruebas comprometedoras que yo mismo les habría facilitado… “– la mirada del Capitán Coslada seguía siendo inescrutable, mientras que la mayoría de sus hombres, cualquiera que hubiera pasado casualmente por allí los habría visto ponerse en tensión” – pero, sin embargo, creo que podemos llegar a un acuerdo satisfactorio para todas las partes y le puedo asegurar que una vez que escuchen y acepten mis propuestas saldrán ganando muchísimo más de lo que puedan siquiera imaginar.” -“¿Qué coño quieres gilipollas? ¿Una puta entrevista en exclusiva de todos nosotros?” – interrumpió súbitamente, incapaz de contenerse más, uno de los hombres de Coslada. -“Cierra la puta boca Jorge” – se dirigió con severidad el Capitán Coslada a su subalterno – “no digas nada a menos que sea yo mismo quien te lo ordene, ¿entendido?” -“Perdón Jefe” – respondió acobardado el aludido y volviéndose hacia el periodista continuó con su conversación. -“Entiendo Señor periodista… Entonces deduzco que su interés en nuestro grupo viene siendo más bien de tipo… económico ¿no es así? No niego que está usted ante una próspera” – hizo énfasis en esta última palabra –“sociedad, pero lo que le podemos asegurar unos 1000 euros mensuales libres de impuestos durante unos 3 años,… si además de su discreción puede hacer algo por la mejora económica de esta sociedad mercantil, sus ganancias se verían significativamente incrementadas y estos socios y usted se volverían grandes amigos”. -“No se preocupe por eso Capitán, pues no estoy interesado en el dinero”. La mirada de todos los allí presentes indicaba lo poco que se creían todos aquello, pero aún así lo dejaron continuar. -“Les pido disculpas si les he dado a entender eso, ha sido error mío, que deseaba dinero… no, no lo quiero” – hizo una pequeña pausa antes de continuar – “lo que quiero Señores es su confesión. Mi oferta es para que no haya dudas es la siguiente: Quiero que todos y cada uno de ustedes confiesen sus fechorías y que sean castigados en prisión lo que marque el código Penal de este País… bueno, aunque teniendo en cuenta domo es aquí en España no es que sea mucho. Pero aún así les voy a dar unos 7 días a partir del día de hoy para que sean ustedes mismos quienes dean el primer paso para hacer de este mundo un lugar mejor para toda la humanidad. ¡Quiero, mi querido Capitán Coslada Ginés que escoria como usted me demuestre que tiene derecho a redimirse y que se avergüencen y DE CORAZÓN “ – recalcó estas dos últimas palabras –“de todo el mal que han estado haciendo pese a ser representantes de la Ley. Si no hacen lo que les he dicho…” – tuvo una pequeña vacilación como si no estuviera seguro de cómo explicar sus demandas – “les aseguro que van a lamentarlo… y muy bien lamentado!” El estupor de los allí presentes era más que evidente, y fue únicamente por esa razón lo que permitió al periodista poder decir todo aquella completa sarta de estupideces antes de que se desencadenara lo que llegó entonces. Un puñetazo dado por el propio Santana tiró al periodista al suelo, el cual gimió de sorpresa y dolor. Una vez en el suelo, Santana ya de pie le dio hasta 3 puntapiés en el estómago. -“Debes estar loco pendejo de mierda. Tuviste que haber aceptado el dinero que te ofrecía mi hermano de aquí y no abrir la puta boca de mierda para no decir nada más que todas esas pendejadas de mierda”. Se volvió hacia Coslada, se calmó un rato y volvió a sentarse en su silla, entonces fue el propio Coslada el que retomó la palabra. -“A ver amigo, tal vez no lo hemos entendido bien. Vienes hasta aquí mientras mis socios y yo nos encontramos reunidos hablando de nuestros asuntos. Nos sueltas un montón de estupideces sin fundamento que atenta contra nuestro honor, que incluso alguien tan pacífico como el Señor Santana aquí presente ha sido incapaz de aguantarse de la indignación que usted le ha causado” – y adoptando un tono más cortés continuó –“razón por la que todos los presentes podemos disculpar su arrebato de furia que le han causado sus hirientes comentarios. Hemos intentado ser comprensivos con usted. Hemos intentado arreglar todo esto de modo civilizado y aún así… ¡Usted ha venido a insultarnos y a faltarnos al respeto a todos nosotros! Spoiler:
* Como no tengo ni idea de cuanto puede subir el precio en el mercado negro, según se adultere la droga, he puesto una cifra al azar. Ignoro si sería más o menos el "beneficio económico".
|
Herman |
11-07-2016, 00:18
Mensaje: #2
|
HCNPLPLJ |
Pues me la leo más adelante bro hago copi-paste para ir guardando tus relatos en mi DD como siempre, agradecido por esto como ya es costumbre...
|
sharigan001 |
15-07-2016, 11:18
Mensaje: #3
|
Moderador |
Pues espero que te guste Herman. Por ahora es todo lo que tengo escrito. Espero volver a "activarme" pronto e ir terminando 1º el de Éxodo y luego este antes de volver a ponerme con lo de Crónicas, ... aunque posiblemente aporte algo más de esto último. Me acabo de acordar que esta mañana he estado escribiendo a mano sobre esto último.... Si es que no me aclaro ni yo mismo... :/
|
Herman |
18-09-2016, 23:59
Mensaje: #4
|
HCNPLPLJ |
Vaya pues si que le has dado largas a esto jajaja, así anadaras de ocupado bro...
|
sharigan001 |
16-06-2017, 17:00
Mensaje: #5
|
Moderador |
(18-09-2016 23:59)Herman escribió: Vaya pues si que le has dado largas a esto jajaja, así anadaras de ocupado bro... Pues te doy una pequeña buena noticia, he retomado la historia. Aparte de unas correcciones en el capítulo I, he escrito un pequeño prólogo y ya estoy con el 2º cap. Si no me vence la perece, intentaré subirlo este fin de semana (eso y que la conexión a internet no me fastidie). Un saludo |
sharigan001 |
02-07-2017, 14:13
Mensaje: #6
|
Moderador |
Perdón a todos. Me había olvidado que aún no lo había subido.
Este mensaje fue modificado por última vez en: 02-07-2017, 14:15 por sharigan001
Advertencia: en este relato me he vuelto un "pelín" mal-hablado. Pero quería crear un relato algo más realista en los diálogos. Prólogo (Nuevo)
Spoiler:
Tras un buen rato de pasar de disparar su subfusil en modo semiautomático que consistía en disparar una bala con cada vez que apretaba el gatillo, pasó a hacerlo a modo de ráfagas, por lo que no tardó en quedarse el arma sin balas. El nervioso tirador aún tardó unos segundos percatarse de ello y siguió jalando durante un buen rato el gatillo, mientras una parte de su cerebro intentaba comprender el motivo por el que su arma ya no disparaba ninguna bala más. Cuando se percató de ello, cambió el cargador por otro que llevaba adosado a su cinto. Estaba aterrado, nunca antes había vivido una situación como aquella. Había abatido a la figura que había estado subiendo por aquellas escaleras mal iluminadas, pero sabía que no era la única, pues podía oír ruido producido por muchos pies en el piso inferior. Nervioso y con movimientos torpes, tardó tras un par de intentos fallidos en cambiar el cargador vacío por el otro y gritó a los de abajo con una voz chillona teñida con un deje de histerismo:
- “¡Suban a por mí malditos pendejos de mierda, me voy a chingar a sus putas madres y las voy a enviar al puto infierno justo con ustedes!” - “¡Cállate jodido imbécil!” – le espetó uno de los policías españoles – “y ahorra la puta munición, o vas a acabar por quedarte sin balas y luego no tendremos con qué defendernos”. El aludido le devolvió una mirada asesina, parecía estar a punto de vaciar otro cargador en el cuerpo del que había acabado de increparle, pero, en lugar de eso, su mente debió filtrar la situación real, y llegó, al menos aparentemente, a serenarse, pero por la propia mirada podía verse que psicológicamente se estaba derrumbando, aquello parecía ser demasiado para aquel hombre. Había sido de los que habían conseguido huir de los pisos inferiores de aquel edificio en construcción, y a saber lo que habría visto. El miedo estaba haciendo mella en todos, pero parecía estarle afectando especialmente a ese individuo en concreto. Y no parecía que iba a equivocarse, pues se sentó en el suelo con la espalda contra la pared, se tapó la cara con las manos y se puso a sollozar mientras su cuerpo temblaba irremediablemente. - “Estamos muertos. Nos van a chingar a todos nosotros. Estamos perdidos. No tuvimos que haber venido nunca.” Harto, el policía lo agarró por la camisa y se encaró con él mientras le espetaba: - “¡Pues te jodes y te aguantas! ¡Ahora estás aquí, por lo que, si quieres seguir vivo, haz tu parte y achanta con lo que hay, pero si te quieres morir, puedes dejar aquí tu arma y toda la munición y bajas al piso de abajo! Por si no te has dado cuenta, nos estamos haciendo fuertes en este piso, nadie va a venir a salvarnos el puto culo, por lo que o eres útil y haces lo que se te dice, o yo mismo te corro a hostias y te tiro por la puta ventana”. El aludido se dio cuenta con quién estaba hablando y asintió. Asió su arma con firmeza y se apostó, observando con atención que nada ni nadie subiera por aquellas escaleras, no sin antes enviarle una enorme dosis de plomo. Capítulo I (corregido)
Simplemente he añadido algo al principio y al final, aunque en general sigue igual.Spoiler:
Hace 7 días
El grupo de policías estaba expectante, todos y cada uno de ellos se encontraba mirando fijamente al individuo que se había presentado ante ellos. En la sala había unas 30 personas, sin contar al tipo que había aparecido por la puerta hacía unos breves momentos. El capitán de la Policía Nacional Julián Coslada Ginés estaba cerrando los acuerdos de la próxima operación, y nada debería salirse del plan, y nada lo habría hecho... al menos hasta que el risueño individuo había hecho su aparición. Todos sus hombres habían hecho ademán de empuñar sus armas, fuesen o no las reglamentarias, pero ninguno las había sacado de sus respectivas fundas, al menos aún no de momento. Sólo los 7 chicos de Santana sí lo estaban encañonando con sus respectivas Uzis, subfusiles semiautomáticos creados originalmente por el israelí Uziel Gal, mientras su jefe lanzaba una reprobatoria mirada que aseguraba que aquel inesperado intruso no llegaría a cumplir ni un solo día más de vida. - “¡Buenas tardes… o noches! Como prefieran los Señores” – había sido su saludo de presentación formal, aun así, teatralmente exagerada – “¡les pido disculpas por esta inesperada interrupción, pues fijo que tienen un montón de asuntos importantes de las de hablar, pero por desgracia debo inmiscuirme en esta reunión suya, por lo que, si fuesen tan amables de prestarme intención, sólo serán unos minutos, de los que les prometo que intentaré ser lo más breve posible!” Mostrando su cara de póker, Coslada había hecho su carrera, tanto la oficial como la clandestina sabiendo esconder muy bien sus emociones. Llevaba muchos años de práctica, escalando puestos en la Policía Nacional y estableciendo contactos en todos los niveles y estratos de la sociedad, así como del submundo del crimen. El capitán Coslada había establecido su propio reino en aquella ciudad. El plan que querían llevar a cabo era un asalto contra una entrega de 4 toneladas de cocaína pura, totalmente sin adulterar, en las costas, pero lo que realmente “incautarían” serían 3 toneladas y 990 kg de harina y solamente 10 Kg de cocaína situada estratégicamente en lo alto de todo aquel montículo de “falsa droga”. Su grupo, comandado por el propio capitán de la Policía Nacional, realizarían una redada “exitosa” en la que se incautaría el “alijo al completo”. Los medios de comunicación se harían el eco de la noticia que los convertiría, al menos por unos días, en los héroes del país, al haber impedido la entrada de semejante alijo de drogas en España. Unos días más tarde se procedería a incineración del alijo incautado en la costa española, las 4 toneladas de cocaína pura. Lo que no sabría nadie más, ni la prensa ni la opinión pública, era que de esas toneladas sólo 10 kg eran realmente de cocaína, y el resto sólo de harina, mientras 4 toneladas de cocaína pura sin adulterar sí que sería adulterada y distribuida, generando una genuina ganancia en las calles de más de 10 millones de euros (N de Aut: Lo mismo que antes, sigo sin conocer a cuanto alcanzaría en la calle la droga, por lo que es una cifra estimada por mí, que bien puede ser errónea), una vez adulterada. De los que Coslada y los suyos recibirían una comisión del 20% más el plus de un 5% añadido para el “Capi” Coslada por haber organizado la lucrosa operación. El sueldo clandestino, y obviamente, no oficial habría sido ingresado en varias cuentas en diversos paraísos fiscales, tales como Andorra, Suiza y las Islas Caimán. El plan de esos días sería sencillo, una lancha motora llegaría de madrugada a una playa desierta con las casi 4 toneladas de harina, siendo apresados en la operación que dirigiría el Capitán Julián Coslada Ginés, y en esa operación, Santana sólo mandaría a unos “hombres sacrificables”, los cuales, ni siquiera sabrían para quién realmente estarían trabajando. Estos serían apresados, arrestados y puestos a disposición judicial donde, por mucho que pudieran desear, no podrían delatar a nadie. Los “pobres pringados” se pasarían unos años en la “trena” y, cuando salieran, Santana y Coslada podrían volver a disponer de ellos para algún que otro “trabajillo sucio”. En cuanto a las 4 toneladas de cocaína pura, estas serían descargadas del falso fondo de un velero atracado en el puerto deportivo de la ciudad costera, y llevado por hombres de confianza de Santana a una “zona segura” donde no levantarían sospechas, para entregárselas al “otro grupo” de hombres del Capitán Coslada. Era una idea brillante, puesto que mientras se “hacía ruido” con la redada, no lejos de allí, las 4 toneladas de cocaína entrarían “legalmente” en el país sin levantar sospechas. Todo estaba perfectamente planeado, y los que sabían de aquella operación se encontraban todos y cada uno de ellos en la misma habitación de aquel edificio aún en construcción, cuyas obras se habían detenido por causa de la crisis del ladrillo unos años atrás y agravada más tarde por la crisis económica. El único problema acababa de entrar en aquella misma sala, habiendo burlado la seguridad impuesta, tanto por los hombres de Coslada como por los de Santana, y se había sentado junto a ellos en la mesa mientras ellos se encontraban ultimando los preparativos de aquella doble operación. El tipo se había presentado, como si fuera un vendedor a domicilio con una gran oferta de venta que deseaba proponerte. Coslada hizo un gesto exagerado con su mano y calmó a Santana para apaciguarlo, y con una simple mirada, unos 6 policías salieron a toda prisa de la habitación para cumplir las órdenes no habladas de su Capitán. Luego, volviendo su atención al recién llegado, se lo quedó observando unos minutos en silencio antes de dirigirse a él. - “¿Sí? ¡Buenas noches! Ignoro si se ha dado o no cuenta de que en este edificio no se permite la entrada a personas ajenas a la obra… sin contar que está usted interfiriendo en una importante operación policial. Seguro que lo que sea que usted desee decirme, seguro que podrá esperar a mañana por la mañana en la comisaría”. - “¡Bueno Señor!, ya imaginaba que al estar usted sentado con este otro caballero sería usted el jefe del “operativo” … esto…. ¿sargento? ...” – aventuró el recién llegado. - “En realidad soy capitán”, - respondió el aludido – “Capitán de la Policía Nacional Julián Coslada Ginés,” – y tras una pequeña pausa” – “¿y usted?... ¿es tal vez periodista? ¿Desea acaso la primicia para su periódico o canal de televisión? Señor…” – replicó el Capitán Coslada Ginés, alargando la última sílaba a modo de pregunta. - “¡Oh! Discúlpeme capitán. Es cierto…” – se disculpó sonriendo amablemente el aludido – “¡Me había olvidado que aún no me había presentado! Soy muy despistado” – se rio unos momentos antes de continuar – “Me llamo Javier Davila Castro y soy… ¿periodista?... Bueno, tal vez no sea del todo inexacto, aunque hasta ahora sólo he estado colaborando un poco en alguna columna de algún que otro periódico. Pero no, no es eso que me ha traído hoy hasta aquí”. - “¿Entonces me va a decir que no está usted interesado en la exclusiva?” – Coslada empezaba a suponer, igual que las demás personas de aquella sala que el interés del recién llegado sería más bien de tipo económico, pero, al menos en el caso de Coslada, preferiría que lo dijera el propio individuo, puesto que mientras no volvieran sus hombres de inspeccionar todo el edificio, así como las inmediaciones del mismo, no tenía la menor intención de decir absolutamente nada que pudiera comprometerle, por tanto, debía de evitar dar ningún paso en falso en aquella misma e inesperada conversación. - “¡Oh, para nada!, ya le he dicho que la razón que me ha traído hoy hasta ustedes no tiene nada que ver con el periodismo. ¡No tengo la menor intención de ganar ningún Putllizzer, ni nada por el estilo Señor Capitán!” -“¿Entonces a que debemos mis compañeros y yo mismo esta inesperada visita suya, pues si fuese algo urgente, hace tiempo que lo habría dicho usted ya, y desde luego, no estaría sentado tan cómodo como lo está usted ahora” – dejó pasar unos segundos antes de continuar, pues las pausas en sus “charlas” siempre tenían un cierto efecto en aquellos que lo escuchaban – “por lo que o nos dice a que ha venido esta intromisión suya en esta operación policial, y espero que haya una excelente razón para ello por parte suya o voy a tener que arrestarle y ponerlo bajo disposición judicial por interferir en una operación policial” – terminó con severidad. - “¡Por favor, Capitán! Le aseguro que lo que vengo a decirles es de suma importancia o no me habría tomado la molestia de estar ahora aquí… y por otro lado cualquiera dudaría mucho de la…digamos “seriedad” de ninguna operación policial estando en la misma sala junto al mandamás… o, si lo prefiere usted por ser más formal, el jefe de un cártel de droga mexicano… ¿cómo se llamaba?” – Dijo volviéndose hacia el nuevo aludido mientras murmuraba posibles nombres – “¿Sanfana, Saranta…? No, era Santana… sí, usted se llama Santana” – y volviéndose de nuevo hacia el Capitán Coslada, continuó con su conversación –“¿ve cómo sé de qué estoy hablando capitán?” Todos y cada uno de los de aquella sala se pusieron en tensión al oír aquellas palabras, tan sólo Santana y el Capitán Coslada se mantuvieron sorprendentemente impasibles, aunque la mirada de ambos dejaba bien claro que una parte de ellos deseaba volarle la tapa de los sesos a aquel entrometido, pero podía ser alguien a quien poder controlar con una cierta suma de dinero, o tal vez pudiera ser alguien de la “Secreta” respaldado por un operativo de GEOS para arrestarlos a todos, y si Coslada o alguno de los otros daba un paso en falso, todo aquello que habían conseguido hasta el día de hoy se iría todo al traste. En ese momento se abrió la puerta y la media docena de hombres que habían abandonado la habitación minutos antes volvieron a entrar en ella con paso decidido a la vez que iban haciendo signos de negación con la cabeza… ¿todo estaba despejado? Pero lo que más le llamó la atención al capitán Coslada, fue el gesto negativo del último de sus hombres al entrar. Este había comprobado los inhibidores de frecuencia y todo funcionaba a la perfección, así, pues, o el intruso entrometido quería su parte del pastel, o bien era un candidato al suicidio… sería mejor probar con el dinero. En caso de que el individuo no cometía la estupidez de ser demasiado avaricioso, tal vez incluso podría llegar a deberle algún que otro favor al Capitán Coslada o… en caso de ser muy avaricioso, las cosas no iban a terminar nada bien para el inesperado visitante de esa noche. - “Entonces… Señor Davila, imagino entonces que no tendremos por qué llevarnos mal, ¿cierto?” -“Por supuesto Capitán” – respondió el aludido – “porque de no ser así, habría ido directamente a los mandamases de la Xunta y de la Jefatura Provincial de la Policía Nacional así como de la Comandancia de la Guardia Civil y ahora estarían todos y cada uno de ustedes arrestado con las pruebas comprometedoras que yo mismo les habría facilitado… “– la mirada del Capitán Coslada seguía siendo inescrutable, mientras que la mayoría de sus hombres, cualquiera que hubiera pasado casualmente por allí los habría visto ponerse en tensión” – pero, sin embargo, creo que podemos llegar a un acuerdo satisfactorio para todas las partes y le puedo asegurar que una vez que escuchen y acepten mis propuestas saldrán ganando muchísimo más de lo que puedan siquiera imaginar.” - “¿Qué coño quieres gilipollas? ¿Una puta entrevista en exclusiva de todos nosotros?” – interrumpió súbitamente, incapaz de contenerse más, uno de los hombres de Coslada. - “Cierra la puta boca Jorge” – se dirigió con severidad el Capitán Coslada a su subalterno – “no digas nada a menos que sea yo mismo quien te lo ordene, ¿entendido?” - “Perdón Jefe” – respondió acobardado el aludido y volviéndose hacia el periodista continuó con su conversación. - “Entiendo Señor periodista… Entonces deduzco que su interés en nuestro grupo viene siendo más bien de tipo… económico ¿no es así? No niego que está usted ante una próspera” – hizo énfasis en esta última palabra –“sociedad, pero lo que le podemos asegurar unos 1000 euros mensuales libres de impuestos durante unos 3 años… si además de su discreción puede hacer algo por la mejora económica de esta sociedad mercantil, sus ganancias se verían significativamente incrementadas y estos socios y usted se volverían grandes amigos”. - “No se preocupe por eso Capitán, pues no estoy interesado en el dinero”. La mirada de todos los allí presentes indicaba lo poco que se creían todos aquello, pero aun así lo dejaron continuar. - “Les pido disculpas si les he dado a entender eso, ha sido error mío, que deseaba dinero… no, no lo quiero” – hizo una pequeña pausa antes de continuar – “lo que quiero Señores es su confesión. Mi oferta es para que no haya dudas es la siguiente: Quiero que todos y cada uno de ustedes confiesen sus fechorías y que sean castigados en prisión lo que marque el código Penal de este País… bueno, aunque teniendo en cuenta domo es aquí en España no es que sea mucho. Pero aun así les voy a dar unos 7 días a partir del día de hoy para que sean ustedes mismos quienes den el primer paso para hacer de este mundo un lugar mejor para toda la humanidad. ¡Quiero, mi querido Capitán Coslada Ginés que escoria como usted me demuestre que tiene derecho a redimirse y que se avergüencen y DE CORAZÓN “– recalcó estas dos últimas palabras –“de todo el mal que han estado haciendo pese a ser representantes de la Ley! ¡Si no hacen lo que les he dicho…” – tuvo una pequeña vacilación como si no estuviera seguro de cómo explicar sus demandas – “les aseguro que van a lamentarlo… y muy bien lamentado!” El estupor de los allí presentes era más que evidente, y fue únicamente por esa razón lo que permitió al periodista poder decir todo aquella completa sarta de estupideces antes de que se desencadenara lo que llegó entonces. Un puñetazo dado por el propio Santana tiró al periodista al suelo, el cual gimió de sorpresa y dolor. Una vez en el suelo, Santana ya de pie le dio hasta 3 puntapiés en el estómago mientras el agredido gemía de dolor en el suelo. - “Debes estar loco pendejo de mierda. Tuviste que haber aceptado el dinero que te ofrecía mi hermano de aquí y no abrir la puta boca de mierda para no decir nada más que todas esas pendejadas de mierda”. Se volvió hacia Coslada, se calmó un rato y volvió a sentarse en su silla, entonces fue el propio Coslada el que retomó la palabra. - “A ver amigo, tal vez no lo hemos entendido bien. Vienes hasta aquí mientras mis socios y yo nos encontramos reunidos hablando de nuestros asuntos. Nos sueltas un montón de estupideces sin fundamento que atenta contra nuestro honor, que incluso alguien tan pacífico como el Señor Santana aquí presente ha sido incapaz de aguantarse de la indignación que usted le ha causado” – y adoptando un tono más cortés continuó –“razón por la que todos los presentes podemos disculpar su arrebato de furia que le han causado sus hirientes comentarios. Hemos intentado ser comprensivos con usted. Hemos intentado arreglar todo esto de modo civilizado y aun así… ¡Usted ha venido a insultarnos y a faltarnos al respeto a todos nosotros! Ahora vamos a tener una pequeña charla con usted, a ver quién más sabe que se encuentra usted aquí” Con un gesto de cabeza, dos de sus hombres asieron al columnista por los brazos y lo arrastraron fuera de la habitación. Coslada observó a Santana y, sin palabras, sólo con la mirada le pidió “¿Lo dejo en tus manos?”, Santana asintió con la cabeza y señaló a dos de los suyos que salieron también de la habitación en pos del infortunado entrometido. Capítulo II
Spoiler:
Habían pasado horas de horrible sufrimiento, horas de gritos implorantes ante aquellas inmisericordes imitaciones de seres humanos. Pues, no se puede llamar ser humano a nadie que carezca de la más mínima empatía hacia el dolor sufrido por un congénere. Y quienes le estaban brindando sus despiadadas atenciones a la víctima, desde luego que no lo debían de ser en absoluto.
La tortura había transcurrido durante horas, pero por lo que había estado padeciendo aquel horroroso suplicio, bien podrían haber sido días o incluso semanas. Los golpes, los puñetazos, las patadas… eran incluso tolerables, pero las inyecciones de diversas drogas inoculadas en el organismo de la víctima a modo de una especie de “suero de la verdad”, además de las torturas realizadas para hacerle “soltar la lengua”, hacía que la línea del tiempo transcurrido de desdibujara en la mente de la víctima. Durante todo aquel horrible tiempo, las uñas de las manos, así como de los dedos de los pies habían sido arrancados con la ayuda de unas tenazas. Los puñetazos el rostro le habían hecho escupir varios dientes ensangrentados, los cuales aún permanecían en el suelo totalmente ignorados por los torturadores. No es que no hubieran reparado en ellos, pero simplemente, no les importaba lo más mínimo. Eran dos los encargados de hacer hablar al columnista, ambos eran hombres de Santana, el narcotraficante mexicano, y ambos eran duchos en “el arte”, por llamarlo de alguna manera, de la tortura. Habían tenido un montón de práctica consiguiendo información de agentes de otros cárteles que caían en sus manos, de agentes de la ley que no se dejaban sobornar, en periodistas, o en cualquier otro desdichado que pudiera haber caído en sus garras y del que supiesen, o simplemente creyesen, que podrían obtener algún tipo de información valiosa para ellos. Santana era, seguramente, el narcotraficante más despiadado de la actualidad, y como subordinados de confianza, había empleado a individuos que como él mismo, eran totalmente carentes de escrúpulos, hombres despiadados a que no les importaba el precio a pagar para obtener beneficios. Torturaban, asesinaban, secuestraban e incluso violaban con absoluta impunidad. Chicas jóvenes podían ser violadas sin poder llevar a sus violadores ante la justicia, pues policías, fiscales y jueces podrían estar comiendo de la mano del líder del cártel, o la familia de la víctima podría ser brutalmente asesinada si a ellas se les ocurría denunciar. El miedo solía ser una excelente medida disuasoria tanto para las víctimas como para sus propias familias. Estas eran algunas de las razones por las que Santana había conseguido establecer su propio reino de terror a su alrededor. Su codicia siempre pedía más, y estaba más que dispuesto a hacer medrar su imperio del crimen. Hasta ahora se limitaba al tráfico de drogas y de armas, pero ya empezaba también a ver el aspecto lucrativo de la prostitución, obligando a muchas jóvenes a ejercerla contra su voluntad. Con el tiempo, queriendo “ampliar” su negocio de tráfico de drogas y estupefacientes a Europa, entrando por España, había contactado con Coslada, y desde luego habían congeniado bastante bien, tenían mucho en común, así como intereses mutuos. Coslada sabía mantenerse en un segundo plano, mientras movía a su voluntad, un montón de peones (sacrificables) para atender sus negocios. Juntos, Coslada y Santana, habían sabido crear un muy lucrativo negocio. Ahora tenían en sus manos a un entrometido periodista que había sido tan estúpido como para asomar su nariz en el lugar menos indicado para … ¿suicidarse?, No podía saberlo con seguridad, pero al menos eso era lo que parecía. El individuo no traía micro ni ningún otro aparato de escucha. La vigilancia de los hombres de Coslada había sido impecable como siempre y, por lo que se veía, aquel estúpido había abierto conscientemente la boca del lobo y se había metido dentro para que lo masticase. Ninguno de los torturadores era capaz de entender aquello, era absurdo. Si hubiera querido dinero, al menos habría sido comprensible, pero había ido a soltar estupideces de que se entregasen y confesasen todos sus delitos. Por usar una expresión de unos de los hombres del Capitán Coslada “era flipante” ante la situación tan absurda que había ocasionado la aparición del periodista. Ya en su país, en México habían hecho hablar a un montón de periodistas entrometidos de ambos sexos, y que luego habían hecho desaparecer, pero era la primera vez realizaban una tortura en España. La pequeña habitación estaba iluminada por una bombilla que alumbraba lo justo, el columnista llamado Javier Davila Castro se encontraba sentado y maniatado a una silla con reposabrazos, donde estaban atadas sus manos. Los dedos, ahora sin uñas, ensangrentados le daban palpitaciones por las mutilaciones ocasionadas. Los dedos de los pies, tras haber pasado por el mismo dolor que las uñas de las manos habían sido rotos con un martillo. Sus gritos de dolor no habían aplacado en lo más mínimo a ambos sádicos torturadores, quienes impasibles seguían con el proceso de causarle el mayor dolor posible para vencer cualquier reticencia o resistencia que aún pudiera albergar y ayudar a que se soltase de la lengua de una vez. Javier era consciente que tal y como iban las cosas, los criminales iban a hacerlo desaparecer. Una parte de su mente se preguntaba si harían pasar su muerte por un accidente. O si, tal vez, fuese a dar de comer a los peces. Era curioso cómo pese a la situación parecía conservar aún una brizna de humor negro sobre sí mismo. Cerca de ellos había un par de mesas pequeñas con instrumental que debería de ser más bien usado en actividades de carpintería antes que en un ser humano. Las conocidas tenazas descansaban sobre una bandeja con rastros de sangre fresca, junto a un trio de jeringuillas usadas para administrarle las drogas que ayudarían a soltarle la lengua. También podía contemplar el martillo con el que le habían destrozado los metatarsos y tarsos de los dedos de ambos pies, así como otros huesos. Si un médico le hubiera sacado en ese momento una radiografía en ese momento hubiese añadido alguno más tales y como las cuñas, el escafoides y el cuboides. La puerta de la habitación se abrió y la habitación se iluminó un poco más, entraron en ella Santana y Coslada seguido por un par de sus hombres. Estos últimos hicieron un gesto de repugnancia que no pasaron desapercibidos a los esbirros torturadores de Santana que los miraron con cierto desprecio al considerar a aquellos policías corruptos como demasiado flojos como para tener el estómago necesario como para hacer lo que había que hacer. - “¿Y bien?” – Preguntó el capitán de policía – “¿ha soltado algo?” - “No señor” – respondió el llamado Emiliano – “parece ser que este pendejo tiene más huevos de lo que creíamos, vamos a tener que dedicarle más tiempo a este hijoputa de mierda.” Coslada miró a Santana y este dijo: - “No te preocupes my brother, estos saben lo que hacen. Démosles más tiempo y verás lo que este pendejo hijo de puta soltará por esa boquita”. Coslada asintió y salió por la puerta seguido de todos que habían entrado con él, mientras sonaba la melodía de su teléfono móvil. Hasta ahora os lo dejo hasta aquí, ya tengo escrito el capítulo 3, pero voy a esperar un poco antes de subirlo. Espero que os guste. |
Herman |
19-09-2018, 01:15
Mensaje: #7
|
HCNPLPLJ |
Ya los leere mas adelante, tengo y que trabajar... jajajajaja...
|
sharigan001 |
19-09-2018, 18:20
Mensaje: #8
|
Moderador |
En realidad tengo algo más escrito, pero está en "plan" saltos argumentales y puede ser algo lioso leerlo :-/
|
|
Usuario(s) navegando en este tema: 1 invitado(s) | |
Forum Software by MyBB, © 2002-2024 MyBB Group.
Theme Designed by Tushar. Modified by Lust no Fansub © 2008-2024.